Miguel de León
Los libros, mi principio y mi fin.
Porque a los que leí debo lo que soy; porque en los que he escrito está lo mejor de mí; porque los que quisiera leer y escribir, darán sentido a lo que me quede de vida.
Mi currículo, la propia vida
No puedo aportar como currículo más que la rebeldía de un niño que no quiso dejarse derrotar por la adversidad. Cuando llegó a la adolescencia aquel niño había trabajado más que muchos adultos, ya no podía asistir a las clases, le apasionaba leer y soñó con ser escritor. Pero no tenía la edad ni la madurez, y no existía una luz que le iluminara el camino; había que encarar la vida, hacerse adulto, y nos desgarramos él y yo.
Me acompañó en el camino aquel niño enfurruñado que quería escribir, resuelto a forcejear conmigo en cada decisión que yo debiera tomar si a él lo alejaba de su destino. En la soledad de muchas tardes
y muchas madrugadas de sueños esquivos, lo dejé que me ganara algunas partidas. El día en que tuve la noticia de que Plaza & Janés publicaría mi primera novela, resultado de aquellas duermevelas, quedé tan aturdido que necesité refrescarme la cara y, al levantar la cabeza, lo encontré en el espejo, sonriéndome con malicia en el punto del infinito donde confluían su mirada y la mía. “¿Lo ves?”, me dijo, “No has hecho sino dar tumbos para llegar renqueando hasta aquí, donde yo te había dicho que estaba tu sitio”..
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