Algo nos adormece, pero es cosa del tiempo, que gilipollece sin que podamos evitarlo, una nueva contrariedad meteorológica nos abruma.
Avenida Marítima de Santa Cruz, declina la tarde. Del estacionamiento, llamado parking, del Recinto Marítimo, irrumpe por el carril de entrada un coche que está a punto de provocar una colisión y que por los pelos no se lleva a un grupo de transeúntes, niños incluidos, que camina por la acera. El chirrido de los neumáticos y el vocerío obligan a prestar atención a dos policías locales que en un coche patrulla, más escondido que detenido detrás de la guagua roja con el cartel de City Bus, wasapean con los amigos mientras esperan a que acabe el fastidioso turno, que debiendo ser de trabajo no es para ellos sino de permanencia. Ni se inmutan. Levantan la mirada de los teléfonos móviles, miran con desinterés y pasan del asunto.
Oculto por una furgoneta, uno que debe ser capitoste de la mafia de los pedigüeños rumanos, de viva voz da instrucciones por teléfono, es de suponer que a otros de inferior rango. Apaga con desaire el móvil, un Iphone del último modelo, y más que ocultarlo, lo esconde en los bolsillos de la cazadora. Saca de la mochila un cartel de los varios que lleva con él y elige el que dice “Necesito ayuda para de comida a mis hijos”, pero cambia de opinión y se decide por otro más propicio a esta hora de la tarde: “Tengo cuatro hijos y estoy en parado una ayuda para cena por favor”.
En la radio suena el incansable martinete de un Rap, sobre el que la letra glosa la cuestión tremebunda de ser un nacido en Canarias; pero algo chirría en el mensaje: tanto amor por lo canario dicho en Rap no es un buen aliño, porque da por pensar que el desafuero de amor, en todo caso, es subalterno del amor a la cultura negra de Harlem. ¿No sería mejor para la imagen de su grupo, para nuestra cordura y, desde luego, para nuestros oídos, que lo hicieran con una malagueña o una folía?
En otra emisora anuncian la próxima celebración de un Blank Day, y los que todavía no se reponen de la noche del 31 de octubre, que desde que empezaron a llamarla noche de Halloween lo pasan con un tembleque de rodillas, ven ya que en adelante, todos los 14 de febrero, cada San Valentín de sus vidas, cursará con otra nueva gilipollez, con un Blank Day de esos.
Otro anuncio propone apuntarse al Fresh Banking, que es como si a uno le mentaran a la madre, porque Fresh Banking viene a ser Banca Fresca, y en este panorama de escombros y desolación que nos han dejado los magos de las finanzas, suena a mofa, a recochineo, a Banca Caradura, a Banca Sinvergüenza y, como una cosa lleva a la otra, ya no es posible parar sin decirlo todo: a banqueros hijos de puta.
En las noticias el ministro Gallardón dice con todo desparpajo que la ley contra el aborto es una ley a favor de la libertad de las mujeres, a continuación Montoro proclama que este gobierno del que él es parte sustancial, el que más ha subido los impuestos y ha dejado a los dependientes en la más espantosa intemperie, no pergeña otra subida de impuestos sino que pedirá —como si pudiésemos negarnos— una contribución temporal con destino a los más necesitados. Por allá también anda Soria, diciéndonos, sin empacharse, que la luz no sube, aunque él haya hecho dos subidas en el mismo mes, que no es que haya hecho un regalo a sus amigachos de las eléctricas en la parte fija del recibo, que no señor, que no es verdad, que lo que ha hecho es un ajuste, sí, pero en favor de las familias con hijos. Qué burlas mayores podrían hacernos sonrojar después de haber resistido sin espanto a la insigne Cospedal, decir aquello tan magnífico, el galimatías de que Bárcenas no estaba en el partido, que en realidad sólo era un visitante inoportuno, un pelma al que toleraban con desagrado, y con el que se había acordado para su despido una indemnización en diferido, en forma, efectivamente, de simulación en partes, de lo que antes era, y que por tanto, es de rigor efectuar las oportunas retenciones, en cumplimiento de lo dispuesto por la ley.
No se les distingue del más vulgar de los trileros porque esto es lo que hace siempre la gente que vive de aprovecharse de los demás. El primer truco de todo embaucador es inventarse un lenguaje propio mediante el que entenderse con sus secuaces, pero con el que los primos, es decir, nosotros, no podamos saber nunca de qué hablan. Estos ladrones de cuello blanco, en todo caso han perfeccionado el sistema. Nos han quitado el sentido a las palabras cambiando las nuestras por otras de afuera, habitualmente del inglés; en los contratos abrumándonos con la letra pequeña, en los manejos de la política empleando eufemismos y circunloquios de disparate. Es más eficaz de lo que pensamos. Anulan nuestra capacidad de razonar, nuestro sentido crítico, a continuación nos reparten los partidos de fútbol durante muchos días a la semana y nos suben el IVA de la cultura hasta la estratosfera, se persigue a los escritores a través de la hacienda pública, así llegaremos a enterarnos sólo de lo que a ellos les convenga. Nadie alzará la voz.
Y nosotros, aquí, tan felices. Nos despojan hasta de nuestras casas, pero tenemos Hallowen, ya empezamos a tener Blank Day, dentro de poco el Carnaval también tendrá su palabreja extranjera, será un Carnival Fair o algo similar. Pero no es culpa de nadie. Debe tratarse de nueva contrariedad meteorológica. Como cuando llueve, sólo que nos quedamos empapados de gilipollez. Vamos, que el día se acaba y gilipollece sobre Santa Cruz. Una noche asquerosa nos envuelve ya, pero qué le vamos a hacer sino esperar a que escampe.
HERMANN DAIT
Me ha hecho pensar, una vez más, sobre la diaria realidad con que nos topamos, desde que salimos de nuestra casa hasta que volvemos. Son constantes machaqueos sobre el ciudadano (mafias de redes de mendigos..., mafias políticas de casta superior..... Y el ciudadano tendrá que revelarse contra todo eso que no es inevitable.