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Igualitando el lenguaje

«Igualitando el lenguaje»

«Igualitando el lenguaje» decía el cartel clavado con una chincheta junto a la puerta del departamento de la mujer de una institución sindical. Trabajaban allí varias mujeres (por supuesto los hombres estaban excluidos) dedicadas a la ímproba y utilísima labor de obligar a escribir, en su organización, con el estilo agotador de los todos y las todas, las palmas y los palmos, los rodillos y las rodillas, las chorras y los chorros, los focos y las focas, la arroba impronunciable, el género, la génera, el leguaje y la lenguaja. Supieron que me gustaba lo de darle a la tecla, no sólo para escribir programas, sino para escribir relatos,  y me pidieron que echara una mano con un escrito que no acababan de pulir. Llegué a pensar que podía ser una encerrona para ponerme en evidencia. 

En dicho escrito se decía, más o menos, que alguien tenía pruebas para llevar a una ‘fiscala’, a otra mujer, a la sazón ‘presidenta’ de (…), por un encubrimiento de otra que se había apropiado de un dinero. Una chica con quien, decían, la citada «presidenta» mantenía relación íntima y a quien había dado el puesto de conserje, y ascendido poco después al de contable, pese a que no tenía idea alguna de contabilidad. Claro que si ya de conserje era incompetente, figúrense de contable.

Después de un desganado intento, que sabía sería del todo infructuoso, de explicar que ni ‘presidenta’ ni ‘fiscala’, me miraron de medio lado, con ese gesto de desdén con el que ya sabes que debes amarrarte los machos porque te han colgado el cartelito de machista. Lo resolvieron ellas solitas. Al fin y al cabo, en aquel lugar lo único que hacen desde que llegan hasta que se van, es imaginar, sin fundamento alguno en estudios de filología o lingüística, cómo deberíamos hablar y escribir los demás.

Les quedó muy apañadito: si de presidente, ‘presidenta’ y de fiscal, ‘fiscala’, estaba claro que de conserje, ‘conserja‘. Entonces entró un rayo de luz cegadora, un fogonazo de clarividencia, un lirismo sexista que es seguro será tenido por las generaciones futuras como un instante de culminación en los anales de la moderna lingüística proto igualitaria. Atentos al hilo de la chorrada: de conserje, conserja, por tanto, de contable, ‘contabla’, faltaría más, y de incompetente está claro que ‘incompetenta‘, y cómo no, ya puestos, de amable les quedó un idílico ‘amabla‘ con el que, pobre de mí, me entraron una ganas incontenibles de echarme a llorar.

¿Nos apostamos algo a que llegados a este punto habré perdido unas cuantas decenas de amigas de Facebook?

Comentarios (4)

  • Carmen Martín Audouard.

    Estupendo artículo. Y puedes contar que yo seguiré leyendo lo que pongas, aunque no paro mucho por aquí. Me parece ridículo y me aburren. Son sectarios y sectarias, pero son ellos y ellas. ¡Pena de país! Cuanto analdabeto suelto. Un saludo.

    • migueldeleon

      Gracias por su comentario, Carmen.

  • Raquel

    Yo seguiré siendo su amiga en Facebook y fuera. Yo estoy de acuerdo con usted. Para mí la igualdad son otras cosas. Aunque , cómo se dicen las cosas es importante, también lo es no rizar el rizo rozando lo ridiculo. La igualdad está lejos de conseguirse y debe primero cambiar en la mente de muchos padres y madres para que eduquen a sus hijos sin roles agobiantes de mujeres que deben ser perfectas en todos los ámbitos y hombres que se conformen con el rol que les enseñaron. Así que ni "hombras" ni "mujeros"

    • Miguel de León

      Querida Raquel: por supuesto estoy de acuerdo con lo que dices. Pero desdoblar la lengua en dos sólo ayudará a que nos entendamos peor, no a que nadie cambie la mentalidad. Si acaso la cambiara, no te quepa duda, sería a mucho peor. Existen territorios vírgenes para conquistas de la igualdad, tenemos una invasión en nuestros barrios con mucho trabajo pendiente por hacer y aquí estamos gastando ingentes recursos en retorcer la lengua. Cualquier trabajo hecho allí con esas mujeres sería más fructífero que el vano intento de obligarme a mí a decir 'padres y madres', cosa que nunca haré porque cuando oigo decir la palabra padres, ya entiendo que la mitad serán padres varones y la mitad madres. Me lo enseñó mi madre, una mujer con mucho que hablar sobre lo que debió pagar por serlo, pero quien detesta, diría que aun más que yo, ese lenguaje divido en dos que nos hace retroceder en lugar de avanzar. Por cierto, cualquier día explicaré lo que ella opina al respecto, porque es un diamante con muchos destellos. Gracias por tu comentario.

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Los libros, principio y fin.
A los que leí debo lo que soy; en los que he escrito está lo mejor de mí; los que quisiera leer y escribir, darán sentido a lo que me quede de vida.