CineLa guerra de las galaxias
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La guerra de las galaxias

La guerra de las galaxias

No tenía previsto escribir todavía esta viñeta sobre La Guerra de las Galaxias, y cuando lo hiciera pensaba que debía emplear un tono desenfadado, aprovechando que tengo sobre ella una anécdota un tanto simpática. Pero ha muerto Carrie Fisher, la actriz que puso rostro a la princesa Leia Morgana, y quienes somos incondicionales de La Guerra de las Galaxias, la genuina, la auténtica y única Guerra de Las Galaxias, la de los tres episodios originales, estamos acongojados por el dolor de su muerte.

Nadie se esperaba que fuese la película que fue. No lo esperaban los productores, que estuvieron a punto de liquidarla en un par de ocasiones, no lo esperaban los actores que confesaban no saber muy bien en qué proyecto andaban metidos, ni lo supieron cuantos participaron en un loco empeño que nadie era capaz de definir. Ni siquiera lo esperaba el propio director, George Lucas, lo que demostró hasta hartarnos porque no fue capaz de repetir el misterioso mecanismo que nos atrapó en La Guerra de las Galaxias, y si a duras penas consiguió llevar a puerto los dos siguientes, El Imperio contraataca y El retorno del Jedi, fue sólo porque tuvo el acierto de ceder el paso a otros directores y mantuvo los ingredientes esenciales del primer episodio. 

Para qué engañarnos, tampoco nosotros esperábamos lo que encontramos. Cuando entramos a la sala la primera vez, atraídos por lo que nos contaban quienes habían visto la película, no esperábamos quedarnos con la mente secuestrada, paralizados de asombro, en estado cataléptico frente a la pantalla, durante las dos horas que cambiaron para muchos nuestra apreciación de lo que el cine era capaz de darnos. En el ejercicio de complicidad que debe existir entre el creador de una historia y el receptor, espectador en este caso, La Guerra de las Galaxias es ejemplo definitivo. 

La historia que presenta esa primera imagen con el letrero acostado que se pierde en los límites del Universo, promete tanto que dejamos en suspenso nuestra capacidad crítica y perdonamos todo lo que nos cuentan a continuación. Dejamos a un lado nuestro juicio sobre la ciencia loca que permite que las naves hagan, a su paso en el vacío del espacio, un ruido atronador que estremece las ventanas; que el Halcón Milenario se pase por el forro a las naves imperiales, y no ya a los simples destructores espaciales, sino a las naves del tipo Corelia, nada menos; y que haya hecho la carrera Kessel en doce parasegundos, figúrese, apenas un parpadeo; que en ese futuro usado, gastado y a veces viejo, puedan desplazarse de una estrella a otra como quien coge el cercanías para irse de Majadahonda a Torrelodones; donde le pones un dispositivo de seguimiento a una nave y recibes la señal en el instante de enviarla, !eso son enlaces de microondas en condiciones y no los de las telefónicas, que se se jodan Eistein y la Relatividad, que no hacen sino estropearnos la fibra óptica! 

Le perdonamos los clientes inverosímiles de una cantina en donde no admiten la presencia de los androides, le perdonamos los uniformes absurdos de las tropas imperiales, la vestimenta barata de los policías del cuerpo diplomático, los innecesarios cascos y las prendas de cabeza en un sitio donde nadie puede salir al exterior, los brochazos de pintura barata de los decorados y hasta nos echamos a temblar con los poderes sobrehumanos del lado oscuro de La Fuerza. Sólo porque sí, lo perdonamos todo, desde la primera escena en que nos quedamos con la boca abierta, esperando a ver cómo se arregla el tremendo desbarajuste que acaba de provocar Darth Vader, el tipo de la voz de trueno, que nos hace temblar las rodillas, y que debe ser el más malo en aquella galaxia y unas cuantas de los alrededores.

Star Wars, como prefieren llamar ahora a lo que titulo aquí La Guerra de las Galaxias tomas falsas, son vagos remedos de la primeras. Viéndolas con detenimiento, se cae en la cuenta de lo que ha fallado en las tomas falsas posteriores. George Lucas, que puede presumir de ser un gran productor es, sin embargo, un director pasable. Incluso en la primera película, exceptuando el papel de Alec Guinnes, inconmensurable siempre, las interpretaciones de los demás actores son apenas aseaditas y no por culpa de ellos, pues el propio George Lucas confiesa que se ceñía tanto al guión que les anulaba toda posibilidad de proveer de alma a los personajes. Lo que es un caso de absurda paradoja puesto que sólo la fuerza de los personajes, su alma, fue lo que con exactitud nos enamoró en la primera Guerra de las Galaxias. 

Todos están provistos de una carga interior que vislumbramos desde el primer contacto. Se ve mejor en Han Solo, el jugador, contrabandista, aventurero, y  sinvergüenza, pero un simpático sinvergüenza que ya sabemos que encierra más nobleza de la que aparenta, tan potente en la escena que le desbarató los planes al propio George Lucas en su tonto propósito de que Luck Skywalker fuese el protagonista absoluto. Y no sólo están cortados según patrón de Han Solo los demás personajes, sino que todo lo que se cuenta en La Guerra de las Galaxias se hace en clave de personajes. Se ve muy claro en los androides, R2D2 y C3PO, que  lejos de ser seres inánimes y fríos, están dotados de personalidad y se diría que de sentimientos. Y si se observa con atención desde esa óptica, el Halcón Milenario es también un personaje, como lo es La Fuerza, la Estrella de la Muerte y hasta los sables láser.

Por eso se nos hace del todo incomprensible que, en los tres siguientes episodios, los de la segunda hornada, los efectos especiales fuesen ganando terreno y relegando la importancia de los personajes, que quedaban convertidos en estrafalarias caricaturas de sí mismos. El niño repipi que hace de Anakin Skywalker, en la cuarta película (pero primer episodio), se convierte en un adolescente petulante y engreído en las dos siguientes. Y George Lucas quiso hacernos creer que el niñato de la pijolandia galáctica, bien pasado por el Infierno, (final de la tercera película, segunda tanda) cuando cae del lado del Mal, venía a ser el precursor nada menos que del Darth Vader que nos estremecía en cada escena. 

Aquel niño pijo ni estuvo a la altura de su personaje, no lo estuvo a la de ningún otro personaje, ni mucho menos lo estuvo del que se suponía que terminaría siendo. Quedó mal George Lucas con semejante bobada, y nos hizo avergonzarnos de La Fuerza, que se nos quedó disminuida porque, para ser La Fuerza, tendría que darse cuenta de lo que veíamos hasta los pobres mortales, que el crío indolente a quien ella confiaba la trabajera de restaurar el orden del universo, era un pobre zoquete. Con una Fuerza tan cegata, con razón que se nos fueron unas cuantas galaxias al carajo.

Los que llevamos más de media vida amando La Guerra de las Galaxias, la buena y genuina, la de verdad, pese a los decorados y los vestuarios fastuosos de la segunda trilogía, nos quedamos huérfanos. No he visto ni creo que vea nunca ninguno de los siguientes capítulos, el VII y este último, Rogue One, porque dicen que son tristes y vanas operetas del buen rollito. Y la verdad, sólo con las noticias y las tertulias de la Ser ya estoy del buen rollito hasta los timbales.

Lloramos porque se nos ha ido Carrie Fisher.  Ella se lamentaba de que el papel en esa película terminó por agotarla porque el público ya no la imaginaba sino haciendo de princesa revolucionaria en una ópera espacial. Pero se habrá marchado sabiendo que todos nosotros, los que amamos aquella película, la hemos llevado siempre con nosotros.  Que la llevaremos hasta el último de nuestros alientos seguros de que nos encontrarnos con ella, la princesa Leia Organa, y con Han Solo, Obi Wan, Darth Vader, Yoda,  Luck, Chewacca, DR2, C3PO y el Halcón Milenario, dentro de mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana de aquí mismo, de dentro de nuestro corazón.

Comentarios (2)

  • Luis Perez Rizquez

    GRAN RESEÑA GRACIAS MIGUEL ..

  • Ana A. García-Ramos

    Me has refrescado la memoria Miguel. Yo ya no sigo esa saga que parece ser interminable pero si que recuerdo el impacto que me produjo la primera de las películas. En su momento fue un hito, un punto de inflexión en la historia del cine porque esta cinta resultaba original, novedosa y futurista. Viendo y comparando los efectos especiales que hoy conocemos, aquellos medios técnicos podríamos calificarlos como "chapuceros", sin embargo y como bien dices, somos capaces de perdonarlos porque en su momento, esos "alardes", que hoy nos resultan ingenuos, nos llegaron a quitar el aliento.

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