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Los hombres de la novena

Los hombres de la novena compañía de la segunda división, conocida como División Leclerc, fueron los primeros en entrar en París el 25 de agosto de 1945. Eran españoles republicanos.  Alguien me habló de ellos con devoción, como seres míticos para quien había visto su patria sometida por las divisiones alemanas. Le hice una promesa que he cumplido, que cumplo hoy y seguiré cumpliendo mientras viva. 

A punto de cumplir 17 años comencé a trabajar en una distribuidora comercial de productos italianos. Allí conocí a Paul, un escritor francés que luchó durante la Segunda Guerra Mundial junto a los milicianos españoles que organizaron la resistencia francesa. Él fue quien me hizo el relato de los hombres de la novena compañía, la que cruzó los primeros disparos en los alrededores de París y cuyos integrantes fueron los primeros en entrar en la ciudad, aclamados por la población como libertadores. A este hombre, Paul, no recuerdo su apellido, lo asedié durante los meses que duró su corta estancia en Tenerife, para que me contara historias de aquella guerra. Me contó muchas, que por desgracia ya no recuerdo. Sin embargo, lo que nunca he olvidado fue la insistencia con que me contaba que los primeros en hacer frente a las tropas alemanas, cuando ya habían roto las defensas y ocupaban las ciudades y los pueblos, fueron los españoles, excombatientes de nuestra desgraciada guerra civil del 36, huidos a Francia cuando Franco ganó. Paul había oído hablar de los guerrilleros que asestaban duros golpes a las tropas alemanas de ocupación, escapó siendo casi un niño y los buscó para unirse a ellos.

Paul sentía devoción por los viejos camaradas que contribuyeron a liberar su país. Francia, me insistía, está en deuda con ellos y lo estará siempre. Nunca les reconocerán el sacrificio, así que no olvides decirlo siempre que puedas. Y si algún día llegas a ser escritor, dilo también en lo que escribas, para que Francia, España y Europa no olviden nunca a esos hombres.

Hoy, 25 de agosto, es el día en que hubiera podido decirle a Paul, cualquiera que fuese su apellido, que cumplí la promesa que, más que a él, me hice a mí mismo. Porque la causa de que en Los amores perdidos haga yo mención a ese hecho histórico, fue en recuerdo de lo que él me contó y como pequeñísimo homenaje a unos hombres que antepusieron la libertad a sus vidas. Las que en muchos casos perdieron en la  contienda.

Documental sobre la nueve

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Los libros, principio y fin.
A los que leí debo lo que soy; en los que he escrito está lo mejor de mí; los que quisiera leer y escribir, darán sentido a lo que me quede de vida.